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martes, abril 25, 2006

No es por criticar, pero hay cosas que claman al cielo

Esta mañana, cuando me disponía a coger el metro en mi ciudad (Bilbao) como cada mañana, una amable señorita me ha dado uno de esos panfletos que tan habitualmente nos encasquetan y que suelen terminar en la primera papelera de la estación. Para mi sorpresa, no se trataba de la habitual oferta financiera o la nueva tienda de los alrededores, sino de una pequeña colección de seis relatos cortos para leer durante el trayecto, como conmemoración (nunca es tarde si la dicha es buena) del día del libro.

No voy a escribir una disertación sobre por qué deberían hacer eso todos los días y no sólo cuando se acercan fechas señaladas (eso sería fácilmente buen material para otro artículo), sino sobre un detalle que me ha llamado poderosamente la atención y sobre el que no puedo dejar de hablar. Antes de que los afectados por mis próximas palabras se rasguen las vestiduras o entonen un "¿y este tipo quién es para criticarnos?", quiero dejar claro que mi intención no es desprestigiar a nadie, sino dar un pequeño tirón de orejas a quien sea responsable de lo que voy a explicar.

El caso es que he empezado a leer las historias con gran interés, hasta que he dado con una escrita por un paisano de Bilbao, conocido escritor de novela negra llamada José Javier Abasolo. Hasta el momento en que he leído su historia, que en líneas generales es interesante, había estado leyendo a buen ritmo, el cual se ha visto frenado en varios puntos del mencionado relato. Lo más significativo de la situación es que la historia en sí no resultaba árida, pero sí (y mucho por momentos) la redacción de la misma. Me he visto de repente sorprendido por un texto que, en algunos de sus párrafos, evidenciaba una preocupante escasez de comas, que obligaban a echar la vista atrás en ocasiones, para tratar de entender ese último párrafo escrito sin pausas. Yo puedo entender que un relato tan breve como ese (para quien lo quiera conocer, lo reproduzco al final del artículo) se puede llegar a escribir con rapidez y es susceptible de tener lagunas en la historia o hechos que se suceden con demasiada precipitación, pero no acierto a entender cómo puede pasar a estado impreso un relato que no resiste ni la primera revisión, aunque sólo sea por las comas. No voy a hablar del estilo del resto del texto, que me ha parecido correcto, pero sigo sin entender el banquete que el autor (o quien haya corregido el texto antes de su publicación) se ha dado con los signos de puntuación.

En fin, que lo que peor me sienta, aparte de haber lidiado con un relato breve más árido de lo que debería, es ver cómo a mucha gente (entre la que me incluyo) se le rechazan relatos revisados decenas de veces (en ocasiones tantas como intentos de publicación distintos), mientras esos mismos editores no dudan luego en editar a los autores conocidos o consagrados sin molestarse en corregir los textos o por lo menos ver si están ya corregidos. Alguien dijo una vez que hay autores que serían capaces de hacer un best-seller de su lista de la compra y es triste ver lo cerca de la realidad que esa afirmación se encuentra. No sé si esta reflexión debería ser tenida en cuenta por los editores, los autores, los correctores o todo el mundo en general, pero, como decía cierto personaje famoso en un libro no menos famoso: "Quien tenga oídos para oír, que oiga".

A continuación, paso a reproducir el relato en cuestión, tal y como ha sido publicado en el mencionado panfletillo, sin cambiar nada. He revisado el librillo al completo y no he visto ninguna prohibición expresa de reproducción, así que supongo que no estoy infringiendo las leyes de derechos de autor ni nada parecido. Si el autor o alguien relacionado con la obra lee este artículo y considera vulnerados sus derechos, que deje un comentario o me mande un e-mail a jorge.urreta@hotmail.com con las razones por las que deba retirar el artículo y lo haré gustosamente.

El asesino de la rosa negra

- José Javier Abasolo -


Ni en sus mejores sueños cinéfilos la inspectora Isabel Altube podría haberse imaginado que algún día llegaría a conocer a su ídolo, el director de cine español más premiado de los últimos tiempo, Laureano Fuentes. Pero tampoco sus peores pesadillas le habían avisado de la forma en que acabarían conociéndose.

Todo empezó con el estreno de la última película de Fuentes, en la que cambiando valientemente de registro, como afirmaron prácticamente la totalidad de los comentaristas, se había acercado con pulso firme y decidido al género negro. Era su primera película policíaca y pese a que sus detractores, que también los tenía, habían pronosticado que se estrellaría en el intento, no sólo no ocurrió así sino que todos los críticos tuvieron que reconocer no sólo su pericia como director sino su valentía y su acercamiento a la realidad desde el campo de la ficción, ya que el guión se basaba en unos crímenes reales que todavía seguían sumiendo en el desconcierto a la policía y en la intranquilidad a los ciudadanos.

El asesino de la rosa negra, su última película no sólo era un hermoso título para una brillante película, sino el apodo que los periodistas habían puesto a un misterioso criminal que había violado y asesinado a siete jóvenes y que tras perpetrar sus atrocidades dejaba entre los pechos ya inertes de sus víctimas una rosa teñida de color negro. En todos los periódicos del país se habían escrito cientos de páginas acerca no sólo de del caso sino también de la ineficacia de unas fuerzas policiales que meses después de que se iniciara la serie de crímenes seguían sin tener la menor pista. Era inevitable que llegara la película aunque nadie se hubiera imaginado que lo haría de la mano de Laureano Fuentes, un director de culto alejado normalmente de los círculos comerciales que acostumbraba a escribir en solitario el guión de sus películas.

El éxito fue total desde el mismo día del estreno. Gracias a El asesino de la rosa negra Laureano Fuentes, además de consolidarse como el mejor director español de todos los tiempos, se convirtió en el fenómeno mediático más importante del país. Hasta que la inspectora Isabel Altube, a la que por deformación profesional no le gustaba el cine de género negro, bastante crímenes veía todos los días como para solazarse con los inventados por guionistas de mente calenturienta, dejó de lado sus escrúpulos y decidió ver la última obra de su director preferido.

La película no la decepcionó ya que, como había aclamado la crítica y por una vez en la vida la crítica y el público opinaban igual, se trataba de una verdadera obra maestra pero a pesar de ello la inspectora salió de la sala completamente desazonada, con un extraño presentimiento. No quería precipitarse así que en lugar de tomarse un par de cervezas, como hacía siempre tras haber visto una buena película, se dirigió a la comisaría, a revisar los antecedentes de ese caso que había sido sepultado bajo la etiqueta de "autor o autores desconocidos". Los archivos le confirmaron lo que había sospechado. Lo que había visto en la sala cinematográfica era algo más que una película más, era una confesión en toda regla. Fuentes había incluido escenas, aspectos de la trama que eran auténticos pero nunca habían salido a la luz, tan auténticos que sólo podía conocerlos el auténtico asesino. No le fue difícil obtener otro tipo de confesión, una confesión más válida para presentar ante un juez. Laureano Fuentes había querido unir la realidad y el arte y eso fue lo que, según sus propias palabras, le convirtió en un asesino.

Sabía que seguramente sería su última oportunidad así que Isabel, antes de introducirle esposado en el furgón policial, le pidió que le firmara un autógrafo.

P.D.: Aparte de lo que decía de las comas comidas, creo que alguien debería decirle al autor que no abuse de la construcción "no sólo / sino", que tanto repite en la primera parte del relato.

9 comentarios:

Ruth dijo...

NO SOLO estoy de acuerdo contigo en las comas, SI NO que le cortaba un par de frases y le colocaba un par de puntitos en lugares estratégicos. Yo quiero pensar que es un fallo de edición, porque es imposible que alguien con cierta cultura se deje las comas en frases subordinadas.
A mi lo que me han cansado y me lo ha hecho pesado de leer han sido las frases tan largas. Yo es que soy de un estilo mucho más escueto.
Otro día, con más tiempo, leeré algo tuyo. Encantada.

Jorge Urreta dijo...

Fino humor el tuyo, Ruth. NO SOLO me ha hecho esbozar una sonrisa, SINO que también me ha servido para descubrir que tengo una nueva lectora. Bienvenida o este mi humilde blog, que aguardará ansiosamente tus próximos comentarios, sobre todo cuando leas algo mío. Por mi parte, mañana mismo (ahora es hora de ir a la cama) echaré un buen vistazo a tu blog, que también tiene buena pinta.

Anónimo dijo...

NO SOLO coincido con las apreciaciones de ambos, SINO que también estoy contento de ver que los enlaces en cada uno de nuestros blogs, sirven para atraer nuevos lectores.

Un saludo a los dos.

Ruth dijo...

NO SOLO me he dado cuenta de que he metido una pedazo de falta de ortografía en mi comentario, SINO que me flagelo públicamente -como prometí- y escribo SINO junto en éste.
Un placer haberos encontrado a los dos. Ameniza las horas en las que tengo a los monstruos -léase mis alumnos- haciendo un examen y yo estoy desocupada.
Un día me van a echar...

Anónimo dijo...

he llegado aquí de casualidad, navegando a la deriva en una noche con dolor de muelas.

sinceramente, sin acritud, me parece bastante soberbia tu actitud de corregir textos ajenos. casi diría inmadura. como de celos.

textos infames abundan, más aún en internet, son gratis, donde somos muchos los que nos dedicamos a construirlos y reproducir.

una prueba: coge un texto tuyo de hace unos 5 años (un texto que creas era definitivo) y estoy convencido que en cinco minutos puedes sacarle aún más punta.

ánimo, de todos modos, pero saca lo de dentro : lo de fuera está fuera.

nadie - ideante.com

Jorge Urreta dijo...

Siento disentir, nadie, pero no creo que esta crítica surgiera de la soberbia, la inmadurez o los celos.

Si te fijas bien en el artículo, en ningún momento dije que el texto al que me refería estuviera sacado de Internet. De hecho, es un texto sacado de un panfleto de promoción de la lectura, que me dieron una mañana cuando me dirigía a coger el metro. Lo que me enervó en su momento, y aún me sigue fastidiando, es que textos sin corregir puedan llegar a publicarse en papel, bien sea en los libros que compramos o en un folleto gratuito, sólo porque son de escritores conocidos, mientras mucha gente (y no hablo sólo de mí), que lleva tiempo tratando de sacar a la luz sus textos, se vea rechazada continuamente, a pesar de haber revisado sus textos una y mil veces. El caso es que si al tipo que nos arregla el coche o la fontanería, o al que lleva la contabilidad en la empresa, le pedimos un mínimo de calidad, ¿por qué no hacemos lo mismo con el que escribe lo que leemos o lo que recomendamos leer a los demas?

Además, de todos modos, si criticar algo que clama al cielo, como es el caso, es soberbia, ¡qué viva lo soberbia! El mundo está lleno de cosas mal hechas que dejamos pasar por no atrevernos a hacer una crítica (siempre que sea constructiva, por supuesto) o no creernos con derecho a hacerla, y yo no quería quedarme callado.

Anónimo dijo...

Con permiso:

JOrge me ha gustado tu blog y estoy de acuerdo contigo también. Nada de soberbia. Disculpa si no conozco al autor del relato que adjuntas pero igual me sigue pareciendo un cuento muy malo. Es decir no sólo está mal escrito SINO que es pésimo. Digo yo que la iniciativa está genial pero si lo que se quiere hacer es estimular la lectura no creo que lo logren con relatos como El asesino de la rosa negra.

Un saludo.

Anónimo dijo...

A mi si que me gusta la redacción del relato, esas frases tan largas y tan independientes hacen que las frases se puedan considerar un microrelato en si mismas. Yo he venido a este blog buscando mas escritos de Abasolo.

El predicador y su seis tiros dijo...

Personalmente soy un enamorado de las frases extensas, sazonadas con muchas comas, paréntesis y otras fechorías similares. Empero, mi gusto por ciertos errores no legitimiza su abuso, y desde luego en este caso, no clama sólo al cielo. Creo sinceramente que hasta en el infierno se indignarían. Estoy absolutamente de acuerdo, y es nefasto para la cultura y para los autores en general, la permisividad y pasividad ante obras simplemente cutres, anodinas y ramplonas. La ausencia de comas, no es precisamente el único crimen vertido en ese relato.
Comentemos el abuso infame de esa coletilla tan horrenda. Esos "que, que, que, que,..." cada cuatro o cinco palabras. O el abominable delito de caer una y otra vez en la redundancia, siendo capaz, por poner sólo un ejemplo, de poner la palabra "auténtico" dos veces en la misma frase, casi pegadas, y sin necesidad alguna. Espero que ese autor, a quien como muchos otros no conozco por falta de tiempo, elabore con más cuidado sus obras, pues de lo contrario no sería sino otra muestra más de la basura publicada en nuestros días. Una inmundicia maquillada a base de correctores de estilo y poder publicitario.
Y por supuesto, me parece perfecto criticarlo. Es más, absolutamente necesario el hacerlo, y con mucha más mala leche, no vayan a confundirse y crean que somos imbéciles de remate.