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sábado, abril 01, 2006

Capítulo 1

Al final he decidido publicar por capítulos la historia de la que os hable. Hay dos razones para ello: la primera, que ha resultado ser más larga de lo que en principio había pensado; la segunda, que aún estoy puliendo el último capítulo. La historia saldrá aquí en primicia, en tres o cuatro partes y cuando esté completa, aparecerá también en yoescribo.com. Espero que os guste. Si veis algun fallo, no dudéis en señalarlo. Tened en cuenta que la empecé hace exactamente siete días y estoy seguro que no está tan pulida como otras que he escrito otras veces. Bueno, voya dejar de enrollarme, que es hora de pasar a la historia. Para los que no hayáis leído mi último mensaje o lo hayáis olvidado, es una historia de ciencia-ficción




INVASIÓN

Había pasado ya un mes desde el final de la guerra, y Luis se sabía ya único superviviente de su ciudad. Le había bastado una semana de paseos para llegar a esa conclusión, tras no haber encontrado a nadie, ni siquiera cadáveres. Este último detalle resultaba bastante intrigante, pero supuso que sería la consecuencia de librar una dura batalla con una raza extraterrestre tan meticulosa como los Flang. Suerte que él tenía un buen escondite.

Todo había empezado trece años antes, con un extraño mensaje captado por la NASA. Según los científicos más eminentes del planeta, era una serie de unos y ceros —algún matemático alienígena debió de pensar que el sistema binario tendría que ser fácil incluso para la poco desarrollada inteligencia humana— que daba a entender que un gran grupo de refugiados se dirigía a la Tierra. Al contrario que en otras ocasiones, las autoridades fueron incapaces de ocultar el mensaje. Al parecer, los alienígenas habían querido asegurarse de que llegara y lo habían enviado por multitud de frecuencias y con gran intensidad, lo que propició que fuera captado por cualquiera que tuviera un mínimo equipo de recepción, aunque se tratara de una simple antena parabólica individual comprada en un rastrillo. En menos de doce horas, el mensaje había sido descifrado por millones de personas, que exigían a sus gobiernos que decidieran qué iban a hacer. El mensaje era un vídeo, en el que los alienígenas, en varios idiomas de la Tierra, explicaban que su planeta había empezado a sufrir los estragos de una debacle natural y que necesitaban un nuevo hogar. Las imágenes mostraban un planeta devastado, plagado de volcanes activos de todos los tamaños, donde los cadáveres de apilaban por decenas. Según sus propias palabras, los supervivientes eran diecinueve millones, que llegarían en varias naves, a intervalos de una semana. Puntualizaban que eran naves muy grandes, capaces de trasladar a casi un millón de individuos, por lo que todas ellas se posarían en alguno de los diversos mares y océanos del planeta.

La ONU se reunió en menos de una semana, ante la gran presión que ejercían los medios de comunicación y las asociaciones ciudadanas de todo el mundo, que habían empezado a especular hasta niveles insospechados. Los más avezados habían empezado incluso a aprovechar todo tipo de aparatos de comunicación y no habían perdido la oportunidad de mandar sus propios mensajes de respuesta al espacio, a pesar de que en la mayor parte de los casos, ni siquiera sabían hacia dónde debían apuntar. En pocos días habían surgido multitud de iniciativas populares que hubieran hecho palidecer a la más organizada de las sectas. A lo largo y ancho del planeta se juntaban decenas de personas que unían sus escasos aparatos de comunicación, desde radios antiguas hasta las más caras parabólicas, con la idea de contactar con los “visitantes”, a pesar de que no sabían ni dónde estaban ni por dónde se acercarían a la Tierra.

Si poner de acuerdo a un grupo de más de veinte personas puede resultar difícil, mucho más resultó hacerlo con casi doscientos países, entre los que los había de todo tipo, desde pequeños y pacíficos, hasta grandes potencias mucho más beligerantes. El Consejo General de la ONU llegó a firmar un acuerdo, pero era tan vago y genérico que apenas cubría una docena de puntos, los únicos en los que lograron coincidir. Mientras la mayor parte de la población mundial esperaba a los refugiados con gran ilusión y esperanza, sus dirigentes se mostraban mucho más recelosos, aunque una gran parte de gobiernos sí llegaron a contagiarse de la ilusión de sus ciudadanos. Eso fue precisamente lo que provocó que el documento final, y por ende el compromiso entre todas las naciones, fuera tan pobre. Acordaron que, al menos al principio, darían el beneficio de la duda a los visitantes —las imágenes de devastación del vídeo les habían resultado especialmente emotivas—, pero ninguno, salvo pequeños países que nunca se habían metido con nadie, dejó de mostrarse receloso en mayor o menor medida.

El narrador del vídeo no especificaba ningún punto concreto para el amerizaje de las primeras naves, por lo que los preparativos físicos propiamente dichos fueron imposibles, lo que a su vez provocó que pillaran de sorpresa a todo el mundo. Las dos primeras naves, grandes como campos de fútbol, llegaron diez años después, en una soleada tarde de verano, que dejó de ser soleada en unas pocas horas, justo después de que de cada nave salieran cientos de pequeñas naves, parecidas a aviones a reacción de pequeño tamaño. Arrasaron con todo lo que encontraron a su paso y ninguna defensa terrestre pudo hacerles frente. Las defensas llevaban preparadas prácticamente desde el momento en que se recibió el vídeo, pero habían pasado ya diez años y la gente había comenzado a olvidarse. Eso mismo debió de ocurrir a los responsables de las bases aéreas, portaaviones y demás instalaciones que debían mantener la alerta continua. El olvido, el cansancio y la rutina se apoderaron de sus vidas hasta el punto de impedirles reaccionar a tiempo en cuanto los alienígenas comenzaron el ataque. De todos modos, y como más tarde se sabría, ni mil millones de aviones hubieran podido con las naves invasoras, a años luz —y no sólo de distancia— de la nave más moderna de la Tierra. La guerra duró cerca de seis meses, todo lo que los ejércitos desplegados pudieron resistir. La rendición fue incondicional y absoluta, a cambio de que los invasores respetaran las vidas de los pocos que aún quedaban. El planeta Tierra pasó a llamarse Flangdaard, que al parecer era el nombre del planeta natal de los Flang, los nuevos propietarios. Las imágenes de devastación del vídeo eran ciertas, pero las pacíficas intenciones de los “refugiados” resultaron no serlo tanto.

Como en cualquier otra guerra, la rendición dio paso a la resistencia, organizada de mala manera por guerrillas que o bien no sabían lo que hacían, o bien lo sabían, pero se vieron superadas, tanto en efectivos como en tecnología y preparación. No sólo daba la impresión de que los Flang estaban más preparados, sino que también parecía como si llevaran siglos haciendo lo mismo. El caso es que el único grupo de resistencia humana mínimamente organizado desapareció a los dos años de lucha. Pudieron sobrevivir tanto tiempo gracias a que los Flang no parecían estar habituados a las tácticas de la guerra de guerrillas. De todas formas, eran lo suficientemente avanzados e inteligentes como para aprender rápido, lo que a la postre dio con la definitiva derrota humana.

Así se encontraba Luis, un mes después de que su pueblo, y gran parte del país, hubiera quedado destruido, como consecuencia del último ataque masivo de las tropas Flang. Como en otras partes del mundo, los Flang habían entrado como un elefante en una cacharrería, habían arrasado con todo y se habían preocupado de realizar un expolio lo más exhaustivo posible. Ellos vivían apartados, principalmente en desiertos donde habían levantado ciudades casi inexpugnables, en las que ningún humano podía entrar y pretender seguir vivo. Otra cosa que los Flang habían aprendido de los humanos, además de la guerra de guerrillas, era la guerra bacteriológica, de la cual se habían valido para proteger sus ciudades. Habían creado un sistema defensivo basado en viciar el aire de sus ciudades con bacterias que para ellos eran beneficiosas, pero que eran mortales para el más fuerte de los humanos. Una exposición breve, de no más de una hora, provocaba ligeras migrañas que podían durar varios días, lo que permitía que algunos humanos pudieran entrar en una ciudad Flang para comerciar —una de las pocas actividades aún permitidas— sin suponer ningún peligro. Más de una vez se había intentado aprovechar esa situación para atacar desde dentro, pero las migrañas provocadas por las mencionadas bacterias incapacitaban a los humanos lo suficiente como para impedir cualquier acción, aunque fuera el movimiento de un único dedo. De hecho, generalmente el humano que entraba en la ciudad con el producto con el que iban a comercial y volvía después con el dinero obtenido no era más que una bestia de carga, elegida casi siempre a suertes entre sus compañeros, que después siempre debían cargar con él.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El principio pinta muy bien. Me recuerda un poco a la genial serie "V". ¿Cómo habrá sobrevivido Luis? Me tienes intrigado porque, hasta el momento, los invasores parecen indestructibles. Sólo una duda. ¿Qué sentido tiene el comercio entre razas? ¿Con qué comercian los humanos que les pueda ser de utilidad a los extraterrestes y para qué quieren el dinero si el mundo está destruido? Supongo que en las siguientes entregas irás aclarando las dudas.

Un saludo y no tardes mucho con el siguiente capítulo.