Son los colores en los que salen publicados casi todos los libros, pero también la representación de dos extremos, cuando dos personas se encuentran discutiendo sobre un tema en dos lados opuestos del espectro, sin darse cuenta de la cantidad de tonos de gris que les separan, y que podrían representar también el punto de encuentro que se niegan a ver.
Esta pequeña introducción me la ha inspirado el último capítulo de un suceso que he estado viviendo en estos últimos días.
Como a diario (o casi), andaba yo hace unos días visitando los foros literarios de los que soy asiduo visitante y, en ocasiones, incluso contertulio. En una categoría sobre editoriales y publicaciones, encontré, como en otras ocasiones, alguien que recomendaba su editorial. Una visita a la web de dicha editorial, me permitió constatar que se trataba de una editorial dedicada, como muchas otras, a la coedición y autoedición. Como de costumbre, intervine, pero no para atacar a quien recomendaba la editorial, sino para advertir de que se trata de una editorial que cobra y que, como siempre he defendido, pienso que el modo normal de publicar (y muchos escritores ya publicados son prueba de ello) es no tener que pagar, sino que la editorial apueste por ti y te apoye, con todo lo que eso conlleva.
Desde ese momento, comenzó un debate sobre si el mercado literario es justo o no con los nuevos autores y sobre si la autoedición es buena o un lastre a la hora de darse a conocer. Yo, seguiré en mis trece y no dejaré de decir que es en la mayoría de ocasiones es un lastre, pero el episodio de hoy me lleva a pensar si no hay muchos escritores aspirantes a publicar que tienen una idea muy equivocada.
Dicha idea es pensar que todo es blanco o negro. Traducido, que todo se reduce a mandar un manuscrito a Planeta (por decir un grupo editorial grande) o autoeditar.
Mi contertulio en el foro nos comparaba con dos muchachos aspirantes a futbolistas. Según él, yo soy un niño solitario que va todos los días a la puerta del Bernabéu a que le hagan una prueba, y vuelve cada día a pesar de las negativas. Él se retrata como un dicharachero niño que, con sus amigos, se ha hecho amigo de los jugadores del Deportivo de la Coruña, y van a echar una pachanguita en Riazor, comprando ellos las camisetas y el balón. Estoy seguro de que entre vosotros, habrá muchos que estén de acuerdo conmigo en que se trata de una comparación bastante desafortunada.
Primero, porque pretender publicar una primera novela con Planeta o cualquier otra editorial grande, sin mecenas y sin premio literario, es, por lo menos, ingenuo. La mayoría de los mortales que llegan a publicar su primera novela sin pagar, lo hacen con editoriales pequeñas. Pequeñas, pero trabajadoras, no "editoriales" a las que les tienes que comprar el papel (valga como símil del balón y camisetas comprados por los niños del símil futbolístico) para que te hagan caso.
Segundo, porque hasta los jugadores del Real Madrid (o cualquier otro equipo grande) tuvieron sus comienzos en equipos pequeños. Y lo mismo pasa con las editoriales. Es muy habitual empezar publicando (sin pagar) en una editorial pequeña y después, a base de trabajo y gracias a la visibilidad que te da el tener publicado algo respaldado por una editorial tradicional, ir publicando en editoriales más grandes, o llamar la atención de un agente literario que busque esas editoriales grandes por ti. Aunque no me vale el argumento de que la novela autoeditada o coeditada se le puede mandar a un agente como muestra de trabajo, porque los agentes literarios saben muy bien cuáles son las editoriales que cobran por publicar. Y en los tiempos que corren, en los que cada agente recibe a diario decenas de propuestas, les hace falta poco para descartar una.
Y tercero, porque nadie, y estoy seguro que mi contertulio tampoco, se fiaría de partida de la calidad de un jugador (del Real Madrid o el equipo que fuera) que hubiera tenido que pagar para que le ficharan. En otros deportes, como por ejemplo la Formula 1 (¿alguien recuerda a Uji ide?), es muy habitual que un equipo se fije en los patrocinadores o el dinero que un piloto pueda aportar, pero, una vez que ya han conseguido el dinero y mejorado el equipo, el que se queda es el piloto bueno, no el que podía pagarse él mismo el puesto en el equipo. El tiempo pone a cada cual en su sitio, y el mundo literario no es ajeno a esta máxima.
En fin, que seguiré igual. Nunca diré una palabra en contra de quien autoedite o coedite sus libros, aunque sí trataré de disuadirle si tengo le oportunidad de conocerle antes de que lo haga. Si tiene claro de qué va el tema y, a pesar de todo, quiere hacerlo, no seré yo quien lo impida, pero no dejaré de criticar a las supuestas "editoriales" que traten de hacernos creer que es imposible publicar sin pagar. Los múltiples anuncios de nuevos libros de autores noveles que podemos ver a diario en multitud de foros y blogs, me dan la razón.
P.D.: A este paso voy a tener que cambiar el título de este blog por el de "Escritor en contra de la coedición".
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1 comentario:
Nadie, cualquiera sea su sector, debe pagar por su trabajo. Y mucho menos si el que te cobra se lucra de ello. Las autoediciones y/o co, son comercios que se aprovechan del incauto, lo sabemos; juegan con la eternidad de los consagrados en contra del novel con poca fe y baja autoestima. Yo les diría a los que pretenden mal promocionarse con la autoedición, que recuerden que la eternidad de los consagrados permanece sólo en el papel, y que el perecedero inventor siempre ha dejado (y dejará) espacio para el talento que viene. Una sola noción basta para subir al tren del intelectual remunerado: escribir, corregir y esperar. El turno llegará, que no quepa la duda, pero únicamente favorecerá a quien no haya dejado (repito) de escribir y corregir.
Un saludo y te felicito por la paciencia.
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